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SÓCRATES. —¡Oh Critias!, desde tus primeras palabras sospeché que, por lo que nos es propio, lo que nos concierne, querías decir el bien, y por acción el trabajo de los hombres de bien; porque he oído a Pródico hacer mil y una distinciones entre las palabras.[8] Sea así; da a las palabras el sentido que te agrade; me basta que las definas al tiempo de emplearlas. Volvamos ahora a nuestra indagación y respóndeme claramente: ¿hacer el bien o trabajar en él, o como quieras llamarlo, es lo que tú llamas sabiduría?

CRITIAS. —Sin duda.

SÓCRATES. —¿Sabio es el que hace el bien, no el que hace el mal?

CRITIAS. —Tú mismo, querido mío, ¿no eres de mi dictamen?

SÓCRATES. —No importa; lo que tenemos que examinar, no es lo que yo pienso, sino lo que tú dices.

CRITIAS. —Pues bien; el que no hace el bien sino que hace el mal, declaro que no es sabio; al que no hace el mal sino el bien, lo declaro sabio. La práctica del bien; he aquí precisamente cómo defino la sabiduría.

SÓCRATES. —Podrá suceder que tengas razón; sin embargo, una cosa me llama la atención, y es que admites que un hombre pueda ser sabio y no saber que lo es.

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