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MELESÍAS: —Dices verdad.
SÓCRATES: —No es poca toda prudencia en este negocio.
MELESÍAS: —Ciertamente.
SÓCRATES: —¿Cómo haremos, pues, si queremos examinar cuál de nosotros cuatro es el más hábil en esta clase de ejercicios? ¿No acudiremos desde luego a aquel que los haya aprendido mejor, que más se haya ejercitado y que haya tenido los mejores maestros?
MELESÍAS: —Así me lo parece.
SÓCRATES: —Antes de esto, ¿no trataremos de conocer la cosa misma que estos maestros le hayan enseñado?
MELESÍAS: —¿Qué es lo que dices?
SÓCRATES: —Me explicaré mejor. Me parece que al principio no nos pusimos de acuerdo sobre la cosa que había de ser materia de deliberación, a fin de saber quién de nosotros es el más hábil y ha sido formado por los mejores maestros.
NICIAS: —Qué, Sócrates; ¿no deliberamos sobre la esgrima para saber si es preciso o no es preciso hacerla aprender a nuestros hijos?
SÓCRATES: —No digo que no, Nicias, pero cuando un hombre se pregunta si es preciso aplicar o no aplicar un remedio a los ojos, ¿crees tú que su deliberación debe de recaer más sobre el remedio que sobre los ojos?