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PROTARCO. —Lo supongo.

SÓCRATES. —¿No tendremos razón para decir que las afecciones que no se comunican a los dos escapan al alma, y que las que van hasta ella las percibe?

PROTARCO. —Sin duda.

SÓCRATES. —Cuando digo que escapan al alma, no se crea que quiero hablar aquí del origen del olvido; porque el olvido es la pérdida de la memoria, y en el caso presente la memoria no tiene cabida; y es un absurdo decir que se puede perder lo que no existe, ni ha existido. ¿No es así?

PROTARCO. —Ciertamente.

SÓCRATES. —Cambia en algo los términos.

PROTARCO. —¿Cómo?

SÓCRATES. —En vez de decir que cuando el alma no siente las conmociones ocurridas en el cuerpo, estas conmociones se le escapan, llama insensibilidad a lo que llamabas olvido.

PROTARCO. —Entiendo.

SÓCRATES. —Pero cuando la afección es común al alma y al cuerpo, y ambos son conmovidos, no te engañarás en dar a este movimiento el nombre de sensación.

PROTARCO. —Nada más cierto.

SÓCRATES. —¿Comprendes ahora lo que entendemos por sensación?

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