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En el caso concreto de la producción sedera, desde ya reconocemos que se trata aún de un tema absolutamente abierto y digno de un estudio mucho más detallado que el realizado hasta el momento. Por nuestra parte, repito, lo único que podemos hacer por el momento es proponerlo como un objeto de futuro estudio en esta clave, planteando algunas cuestiones que ayudaran a impulsarlo. Queda todo el trabajo por hacer.

Aun así, empiezan a definirse algunos elementos importantes en la caracterización de un proceso de evolución que notamos con fuerza desde principios ya del siglo XVI, en los momentos inmediatamente posteriores a la conquista.

La referencia más antigua de renta de la seda menciona a don Mosé Abenalfar como arrendador de las rentas de Guadix, Baza y su tierra en 1491-1492.ssss1 Se pagaría por la seda anualmente esos años 350.000 maravedís, interviniendo ya como fiadores judíos toledanos. La cifra es alta y muestra la solidez del negocio sedero. Pero es que de manera inmediata observamos una subida sostenida y muy importante de esas rentas. El negocio inició una fase de crecimiento claro, que en algún momento llegaría a bordear peligrosamente el bloqueo productivo, ante una demanda exterior creciente de sedas granadinas, consideradas de buena calidad, que no podría satisfacerse con la capacidad de producción alcanzada hasta el momento en la zona. Se llegaría al punto de revertir la realidad hasta entonces presente, al plantearse la importación de sedas murcianas y valencianas para nutrir las necesidades de esta industria creciente, o a introducir innovaciones vinculadas con la implantación de variedades de la planta más adecuadas para sustentar mayores volúmenes productivos.ssss1 Esto último daría lugar al famoso pleito de las moreras, más delicadas pero de crecimiento más rápido y por tanto de mayor productividad, para alimentar a los gusanos de seda, estudiado por López de Coca.ssss1

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