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Y pocos casos más emblemáticos de ello que el de Paraguay. Tradicional bastión anticomunista en Sudamérica, y conocido por “el Stronato”, la larga dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), Paraguay es también el último baluarte de Taiwán en el subcontinente, con una relación diplomática de ya 63 años. Aunque Paraguay logró limitar la expansión del virus en 2020, a comienzos de 2021, este se regó por el país, llegando a una de las tasas de mortalidad por habitante más altas de la región (Carneri 2021). Y el gobierno, presidido por Mario Abdo Benítez, hijo del secretario privado de Stroessner, no ha podido acceder a vacunas. Como es obvio, el no tener relaciones diplomáticas con la República Popular China, ha limitado su acceso a cooperación sanitaria por parte de Beijing. Ante la emergencia nacional, y el que el gobierno contemplase la posibilidad de romper con Taiwán, y así obtener vacunas chinas, se produjo uno de los demarches diplomáticos más curiosos de las relaciones interamericanas. El secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony J. Blinken, llamó al presidente Benítez, y su mensaje fue que, si bien los Estados Unidos no estaba en condiciones de proveerle vacunas anti covid-19 a Paraguay, el gobierno paraguayo se las debería solicitar a Taiwán (que no las tiene), pero que en ningún caso debería establecer relaciones diplomáticas con China (Parks 2021). En otras palabras, Estados Unidos terceriza su cooperación sanitaria en las Américas. En vista de ello, Taiwán procedió a comprar una cantidad importante de vacunas en India, para ser entregadas a Paraguay. Pocas veces ha quedado más de manifiesto la abdicación de Washington al ejercicio de liderazgo en el hemisferio occidental.

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