Читать книгу El no alineamiento activo y América Latina. Una doctrina para el nuevo siglo онлайн

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En ese contexto, lo que la pospandemia revelará es si la rivalidad matizada se transforma en enemistad plena y si la interdependencia se erosiona a punto tal de que Estados Unidos y China inician un camino de desacople parcial y/o recíproco como anticipo de una agudización de la disputa estratégica entre ambos. En ese sentido, leer la geopolítica actual con los lentes de la Guerra Fría puede conducir a equívocos.

Esto no obsta para afirmar que hay un componente de la creciente disputa global entre Estados Unidos y China que no debe desconocerse en Latinoamérica. La mayor conflictividad bilateral volvió a colocar en escena, como en la Guerra Fría, la presión de Washington y la lógica de “con o contra” Estados Unidos. Eso fue evidente durante la administración del presidente Trump pero encontró dos obstáculos para la anuencia en la región: por un lado, una exigencia de “lealtad” pero con una notable escasez de recursos materiales como contrapartida y, por el otro, la ausencia en la gran mayoría de naciones latinoamericanas de jugadores poderosos con capacidad de veto para frenar los vínculos económicos con Beijing. Una paradoja del inmediato pos-11/9 y de la gestión de Trump es que a pesar de que Estados Unidos demandó a América Latina, como en la Guerra Fría, un respaldo ideológico, gobiernos afines a Washington y aquellos que son distantes tienden a ser más pragmáticos de lo que usualmente se examina: no hay (aun en la mayoría de las elites más conservadoras o derechistas) la disposición ni convicción para enfrentar a China como fue el caso de la disputa Estados Unidos-Unión Soviética. La Casa Blanca, con Biden y a pesar de modales y estilos iniciales distintos, pedirá, seguramente con un tacto más discreto, más adhesión a Estados Unidos, mientras Xi Jinping hará sentir en la región el ascenso cada vez más asertivo de Beijing. En esa dirección, desde el lado latinoamericano la disyuntiva ya no es como en los setenta estar “unidos o dominados”, sino ser poco viables doméstica y colectivamente mientras Estados Unidos y China refuerzan, con distinta intensidad, el uso de la región como espacio de lucha y subordinación.

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