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Figura 1.

Distribución de las profesiones/dedicaciones principales de las mujeres con centros docentes que llevan su nombre


3. Conclusiones

Nuestros resultados muestran cómo las denominaciones de los centros educativos siguen obedeciendo al discurso tradicionalmente imperante y mayoritario, según el cual los hombres son la norma y de acuerdo a ellos se explica, se construye y se visibiliza el espacio público. Es una aproximación que perpetúa la invisibilidad de las mujeres y que sigue vinculada a una concepción naturalizada de los roles masculinos y femeninos (Soto Villagrán, 2003), además de expresar la aceptación de la imagen representativa de lo que es público.

Cuestionar la nomenclatura con la que identificamos los lugares de creación, trasmisión, discusión y creación del conocimiento está, a nuestro modo de ver, en relación con los valores que orientan nuestra acción y los modelos de vida que proponemos a nuestros niños y jóvenes. Estaría igualmente relacionado con la existencia de un movimiento de reivindicación de los espacios público y educativo respecto al derecho a la memoria social y a la memoria espacial desde la perspectiva de género. No en vano, «los espacios que ocupan las mujeres tienen una íntima vinculación con el orden social y con el mantenimiento, la creación y la potencial transformación de situaciones de dominación» (Soto, 2003).

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