Читать книгу La transición española. Una visión desde Cataluña. Tomo I онлайн
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El 3 de junio de 1975, tuvo lugar en Madrid una manifestación en protesta por un nuevo consejo de guerra en Burgos, esta vez contra cinco presuntos activistas de ETA: Juan Mª Zubimendi, Íñigo de Loyola Alcaín, José Antonio Garmendia Artola, Ramón Arrieta y Juan Bautista Lasa. Nadie suponía en aquellos días que las condenas dictadas, la mayoría de muerte, provocarían una reacción internacional tan desmesurada contra Franco y su gobierno, llegando la implicación incluso al Vaticano, donde el propio pontífice Pablo VI tomó la iniciativa exigiendo clemencia por los reos, acto que provocó una conmoción interna en el dictador de la que no se recuperaría.
Pero, sin adelantar acontecimientos, en aquellos días también fueron noticia las declaraciones efectuadas por el exfalangista Dionisio Ridruejo desde Londres ante la BBC, desafiando al gobierno simplemente con sus propias autorreflexiones afirmando que en 1942 dejó de ser falangista por fuera y en 1947 por dentro, ya que la idea del falangismo se había disuelto lentamente para no ser más que una confusa constelación de hombres nostálgicos unos, utópicos otros, que creían que el pasado podía repetirse alguna vez. También sorprendía la valentía de ciertos sacerdotes de signo progresista, que expresaban sus ideas conforme al momento que se vivía, argumentando frases como que, si los curas se casaran, ya existiría la ley del divorcio en España. Así lo decía Antonio Aradillas, sacerdote y periodista, autor del «Proceso a los tribunales eclesiásticos».