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Si me preguntas hoy cómo veo mis clases diarias en la bicicleta te diría que como un mar en crecimiento, donde experimentamos un todo, la bicicleta es un gran ingrediente, por supuesto, y adicional a esto van sucediendo cada vez más cosas, más allá de mí, del aparato. Somos un conjunto que va moviendo la clase, aunque yo sea el “profesor”, no es raro que alguien interrumpa la sesión para gritar: ‘vamos que eres capaz’, y así juntos creamos lo que allí ocurre. Por eso llamo a las clases un mar, si has compartido en ellas o no, encontrarás muchos ingredientes, donde todos cumplimos un papel y cada uno va encontrando su lugar, como una variedad infinita de peces, con olas, que a veces son un tsunami, y a veces olas para surfear. A veces sentimos el viento encima del mar, y nos fundimos en una sola cosa. Eso para mí son las clases: un océano de emociones, vivencias y sensaciones. En estas confluyen adrenalina, deporte, emociones y la mente. Esta última en su proceso de limpiarse, nos permite estar presentes.

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