Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн
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Ante el más que previsible desenlace ¿estaba todo «atado y bien atado»?, ¿se producirían horas, días de caos y desorden? Mucho se ha escrito sobre la situación de la sociedad española en 1975 y las profundas transformaciones que se habían producido desde los años sesenta, por no hablar de los ya lejanos primeros años de la posguerra o la guerra. La institucionalización del régimen, del Nuevo Estado, era un hecho real e incuestionable. Franco incluso había designado como su sucesor al nieto de Alfonso XIII y, por tanto, sancionado la reinstauración de la monarquía tras su muerte. Por otro lado, la oposición antifranquista, en parte en el exilio, pero desde hacía años cada vez más presente y articulada en el interior, reivindicaba iniciar un proceso de ruptura hacia la democracia. Sin embargo esta ruptura estaba lejos de antiguas connotaciones revolucionarias o de lucha armada. ¿Qué iba a suceder el 21 de noviembre?
El franquismo, en efecto, no terminó con la muerte de Franco y, en este sentido, el inmediato después del 20 de noviembre de 1975 estuvo marcado por la continuidad institucional. Muchas debieron de ser las proverbiales botellas de champagne (probablemente de factura local, aunque por entonces no se usara el término cava) que, convenientemente guardadas y a la espera del «hecho biológico», fueron descorchadas aquella jornada. O tal vez no, y simplemente la imagen ha pasado a la memoria colectiva a pesar de que no se produjera. En todo caso, en las calles de las ciudades españolas (otra cosa fue el exilio, naturalmente) predominó una calma tensa, sin incidentes, sin manifestaciones. ¿Podría haber sido de otra forma?