Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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Por otra parte, crecida en el mismo seno del desarrollismo –y en cierto paralelo con lo que sucedía en Europa–, una generación de jóvenes no se sentía identificada ni poco ni mucho con los valores del régimen. Un nuevo movimiento estudiantil, un renacido movimiento obrero y la aparición de unos movimientos nacionalistas periféricos de considerable atractivo trazaban un frente de lucha en el que la oposición creció. Una parte de la sociedad española demandaba cambios, pero ¿cuántos? y ¿cómo? En definitiva, ¿cuál era la fuerza real de la oposición antifranquista? Nadie lo sabía. De hecho, la oposición antifranquista aprendió muy rápido a adaptarse. Tal vez deberíamos hablar de nueva oposición posfranquista, tales fueron sus nuevas coordenadas.

La oposición posiblemente sobreestimaba sus fuerzas, al tiempo que contemplaba el Estado franquista como un régimen podrido, pero que contaba con la amenaza y el uso de una notable capacidad represiva. Por su parte, el aparato de la dictadura aparentaba confiar en que todo estaba atado y bien atado, aun sin llegar a creerlo del todo –en especial en sus sectores más conscientes de los cambios en el país–. Por supuesto no es posible saber quién tenía razón, pues lo verdaderamente importante es analizar los horizontes de expectativas de unos y otros el 20-N, para comprender qué motivó sus decisiones, sus apuestas o temores. El futuro no estaba escrito, tenía que escribirse y nadie tenía otra cosa que borradores de guiones que iban corrigiéndose a cada paso y que, tergiversaciones interesadas al margen, poco tenían que ver con lo que sucedió posteriormente. Aunque después se haya mitificado hasta la náusea la supuesta clarividencia del piloto del cambio, la voluntad de consenso o la sempiterna prudencia de los secretarios generales.

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