Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн
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Entiendo que estas puntualizaciones son fundamentales para evitar una serie de imprecisiones, distorsiones y hasta, en ocasiones, ocurrencias que terminan por resolverse en una ceremonia de la confusión al parecer inevitable, indefinida y constantemente retroalimentada. De algunas de estas cosas me ocuparé en lo sucesivo, pero considero que, por encima de cualquier otra consideración, todo apunta a lo que ha venido a convertirse en la cuestión cada vez más central, que no es otra que la de la existencia de dos enfoques, de dos visiones antagónicas y, desde luego, simplificadoras de la transición y todas sus consecuencias: aquella que la sacraliza y aquella que la demoniza; aquella que la contempla como ejemplar y aquella que incide solo en todos sus límites y carencias; aquella que llega a considerarla como un modelo incluso exportable y exportado y aquella que subraya la existencia, en el espacio y en el tiempo, de otras «transiciones» no menos «modélicas»... Se podría seguir con la lista de contraposiciones, pero bastaría con recordar la última, pero no menos importante: la que opone la visión de la transición modélica y fuente de todos los bienes y virtudes de la actual democracia española a aquella otra que la ve como el origen de todos los males, perversiones y déficits democráticos actuales.