Читать книгу Colombia frente a los escenarios del pacífico. ¿De qué pacífico hablamos? онлайн

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Doy un testimonio de lo anterior: hacia 2009 escribí, en una muy difundida revista de orientación radical de la Universidad del Tolima, que yo como pensador social no podía, ni debería, ni querría declararme como uribista o antiuribista, pues no soy juez y como analista debo mantener la cabeza fría para que el pensamiento pueda calar hondo en lo que es Colombia, independientemente de lo que uno quisiera que fuera. Declarar una vez más esta independencia de juicio hoy en día suena como a suicidio intelectual o a doble lapidación por parte de unos o de otros, cuando en pensadores clásicos como fueran Max Weber y Emilio Durkheim, esta serenidad de juicio era condición ineludible para elaborar ciencia social.

Y es de aquí de donde se extraería el primer y más crucial aviso de alerta para que no seamos tan ingenuos, tomado por cierto fuera del libro de Ricardo Mosquera, pero que nace de ahí mismo si el libro es bien leído en sus entrelíneas y en sus márgenes y aunque ello no aparezca nunca explícito en sus páginas, pero que está bien presente por el tono objetivo y mesurado de la escritura del libro: si no se logra morigerar la polarización tan espeluznante que se advierte en la sociedad colombiana, correremos el riesgo de una precipitación en un abismo insondable como no se ha experimentado en la historia republicana. La única manera de salvar este paso por el Escila y el Caribdis de tantas fuerzas enfrentadas, consiste en confiar absolutamente y en un ciento por ciento en la majestad de la justicia. Si, como ocurrió ya en noviembre 6 de 1985, se violan la autonomía y el libre dictamen de las cortes, solo cabría volver a pensar en una frase célebre de Cicerón que sirvió como epígrafe a un díptico con un memorial del holocausto elaborado por mi antigua compañera y esposa, la artista Gloria Bulla:

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