Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
25 страница из 121
Este mismo día por la tarde y con mucha rapidez las fuerzas franquistas, que asumían el nombre de nacionales, reciben grandes refuerzos de su sector y la lucha se encarniza, por nuestra parte por mantener el recién reconquistado Cerro Rojo, y los franquistas por volver a tomarlo, lo que consiguen antes de que llegue la noche cerrada. Los muertos por ambos lados son muy numerosos. En segunda línea conocí esta circunstancia con bastante detalle por ser mi primera acción militar. La imagen dantesca de tantos muertos durante este día no significó para mí una inyección de euforia guerrera, y eso que sin haber probado el alcohol en mi vida, durante toda la batalla el rancho que me dieron se limitó a frecuentes galletas nadando en coñac en mi plato de miliciano.
En la calle Daoíz, cerca de la plaza Dos de Mayo, en un convento-iglesia, transformado en habitación dormitorio para la primera y segunda compañías del primer Batallón, conocí con mis compañeros de la FUE, que estábamos integrados en la primera, las «primicias» del caldero de lentejas que ya y durante el resto de la guerra se harían célebres con el nombre de «las píldoras del doctor Negrín». Al recordarlo retrospectivamente no pude reprimir una condescendiente sonrisa, no por el primer sabor de esta legumbre como rancho militar, que solamente lo probamos, ya que veníamos bien nutridos por los alimentos del litoral alicantino, sino porque noté algo de nostalgia recordando esos días que, aún con los sinsabores de la guerra, uno se sentía feliz teniendo por delante toda una vida, lógicamente llena de incógnitas. Esta proyección de nueve años atrás me emocionó por la suerte de poder rememorarla.