Читать книгу Si tuviera que volver a empezar.... Memorias (1934-2004) онлайн
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A principios de marzo y por ser menor de edad, como ya tengo relatado anteriormente, mis padres me reclaman. La unidad me entregó un salvoconducto para regresar a valencia y tenía que tener el visto bueno del Cuartel General del Ejército del Centro dirigido por el general Miaja. Me acompañaron Huguet, Izquierdo y Ferraz opinando que lo mejor sería buscar un acuartelamiento a la espera de que saliese algún convoy militar. No era fácil salir de Madrid, y Ferraz, más decidido, tuvo la idea de salir a la carretera Madrid-valencia que estaba controlada para que no saliese ningún tipo de vehículo. Paró, poniéndose delante, un camión que transportaba varios milicianos muertos en el frente, con destino a Albacete. El conductor al ver mi salvoconducto accedió a que subiese, pero como la cabina ya estaba completa tenía que ser en la parte posterior del camión cubierto con lona, donde estaban extendidos los cadáveres. Esa noche era tal el frío que no pude dormir. No sentí aprehensión por la compañía, que me recordó la noche de la pérdida del Cerro Rojo, cuando a los de la FUE, reventados por la larga marcha del día, nos llevaron para descansar a unas cuadras de un caserío sin luz, próximo a perales del Río. Agotados, nos tumbamos como nos dictó el instinto de orientación, ya que en la oscuridad no se veía nada. Al llegar los primeros resplandores del amanecer nos encontramos entremezclados los de la FUE con milicianos heridos de muerte, a los que después de la batalla del Cerro, por la tarde, los acondicionaron en las cuadras.