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Lo dedico también, a todos aquellos, que, desde que éramos niños, nos abrieron, a mi hermano y a mí, y a los amigos del barrio, y de la escuela infantil 9 de Julio, las puertas de la humilde institución de los liebreros, y nos brindaron su afecto, contención y comprensión.

Finalmente, lo quiero dedicar, a mi padrino, el tío Juancito Saint Paul, uno de los iniciadores, que hoy también nos guía desde lo alto, como a todos los compañeros dirigentes y colaboradores, con quienes compartí y comparto momentos únicos e inolvidables en el club.

Prólogo

Los argentinos transpiramos fútbol. Nada estoy descubriendo con aquella frase y acaso peco de caer en lo trillado. Pero resulta que muchas veces la repetición sistemática de las cosas hace que inconscientemente olvidemos su verdadero valor.

El cielo se hizo liebrero nos invita a recordar y quizás en parte a explicar nuestra pasión futbolera. Es que nuestro fútbol tiene poco que ver con aquel deporte de origen inglés, del que podemos decir que solo tomamos sus reglas, pero condimentamos de manera tal que sabe totalmente diferente.

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