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Entraremos en una historia que debía ser contada, no solo porque sus protagonistas merecían la distinción; sino porque todos, instituciones incluidas, tenemos derecho a conocer nuestro real origen.

La historia nos permite viajar en el tiempo, nos ubica a mediados del siglo pasado, mostrándonos a Urdinarrain con su gente, sus calles, sus barrios, sus diferencias sociales y sobre todo nos muestra el entusiasmo, el esfuerzo, algunos sinsabores y la continua lucha de un grupo de entusiastas apasionados que armaron, alrededor de una pelota, una de las instituciones más importantes del departamento.

Y volviendo a la frase inicial, cómo no apasionarse con la práctica de un deporte detrás del cual existen infinidades de historias. Cómo no transpirar fútbol. Si aquí la camiseta se transpira mucho antes de que el partido comience. Aquí la camiseta entra a la cancha ya transpirada, porque el partido no empieza con el pitido arbitral, sino horas, días, meses atrás, con la nivelación a mano del terreno, con la construcción de los vestuarios o de la cantina, con el marcado de las líneas, incluso con las arduas gestiones de habilitación y papeleo. Y son esos mismos obreros, esos mismos artistas, que luego, por noventa minutos se convierten en jugadores, técnicos e hinchas.

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