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Además de sus estudios de medicina en la Universidad de Edimburgo, leyó a los filósofos y poetas antiguos y desarrolló la prosa como una herramienta adicional para comunicarse: escribía libros sobre sus experimentos en botánica. Llegó a ser considerado un poeta de la época en Inglaterra. Erasmus Darwin escribió varias obras. Entre ellas El Templo de la Naturaleza. Ahí intentó explicar los inicios de la sociedad humana, así como el origen del lenguaje. También experimentó el uso del aire y del gas para calmar las infecciones y el cáncer, una aplicación en el mundo de la medicina que él expuso ante otros científicos conocidos. Cualquier creación que pudiese surgir de un científico, producto de derivaciones, interconexiones e incluso desde el más puro emprendimiento, era expuesta ante los pares. Por ejemplo, la máquina a vapor estimuló de inmediato una poderosa llama tecnológica, transformándose en el avance científico más importante y en el eje de la Revolución Industrial.

Erasmus enfocó sus hallazgos en la investigación sobre la formación de las nubes. Sus descubrimientos y experimentos los realizó en el jardín de su casa de tres hectáreas, que funcionaba como su laboratorio personal y que mantenía con gran cuidado. Fue un gran observador de las plantas, insectos y del comportamiento botánico en general. Escribió el libro The Philosophy of Agricultural Gardening, donde realizó una contundente especulación sobre la degeneración de la vida de las plantas, a partir de estrictos análisis hechos en su conocido jardín de Lichfield. A estas observaciones Erasmus las llamaba “degeneraciones o transmutaciones de las plantas en el tiempo”.

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