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Me odio, tengo demasiados tics, suelo decir lo que menos conviene, me rasco el culo cuando no toca (y luego me olisqueo los dedos), no me puedo mirar al espejo sin que me entren ganas de morirme. Soy un imbécil vanidoso, egocéntrico, superficial, narcisista, manipulador, degenerado, pelota, quejica, lleno de carencias, con tendencia al exceso, agresivo, frío y autodestructivo.

Os voy a poner un ejemplo.

Esta mañana me he despertado un pelín antes de las cuatro de la mañana.

En cualquier período de veinticuatro horas no hay momento peor que las cuatro de la mañana. La verdad es que la hora que va entre las 3:30 y las 4:30 es una putísima mierda. A partir de las 4:30 el tema ya no es tan grave, puedes dedicarte a dar vueltas en la cama hasta las 5:00 y después levantarte con la seguridad de que hay personas que están haciendo lo mismo. Para hacer running como idiotas antes de ir al trabajo, para no llegar tarde al primer turno laboral, para meditar, para hacer yoga o para disponer de cuarenta y cinco minutos de felicidad en los que no pensar en los niños ni en la hipoteca.

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