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Era la hora de partir para Mármol. Piedra sintió tal curiosidad y ganas de irse con ella que agarró valentía y se acercó a los carros de transporte. Afortunadamente los trabajadores la subieron a la carreta con otros pedazos de varios tamaños.

III

Piedra llegó a la construcción de un templo, junto con el mármol, para construir columnas labradas. Un grupo de artistas dirigidos por un maestro pintaba un gran cielo azul en la cúpula central de dicho recinto.

Cuando Piedra vio tal obra de arte quedó impresionada porque era como estar en el mismo cielo. Había llegado a un lugar especial; se sintió orgullosa, agradecida con el mundo de poder estar allí y admirar aquello.

Para su sorpresa, la vida le ofrecía mayores regalos. La recompensa por sus esfuerzos traía más: el famoso maestro Giotto la notó y le llamó la atención lo singular y redonda que era.

Miró el techo con cuidado y sin dudarlo la subió para colocarla al centro de una estrella de la capilla de los Scrovegni, en Padova.

Así Piedra quedó en el lugar que siempre soñó, en un espacio de intersección entre lo divino y lo terrenal. Sin dejar de ser piedra, ahora estaba en el cielo en un instante eterno.

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