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Piedra, furiosa, se fue por ahí a lloriquear. Aunque la mayoría de las piedras eran muy parecidas, ella se sentía diferente a todas.

Piedra siguió soñando, pasaba los días mirando al cielo y tratando de subir a cualquier lugar elevado para acercarse a su aspiración.

Este montón de grava llevaba una eternidad esperando en la cantera de áridos el día de su partida. Cuando los trabajadores acarrearon el material con sus palas y cestos todas las piedras se emocionaron, menos Piedra, que se resistió, escapando varias veces de ser llevada al carro. Su padre la confrontó:

–¿Qué pasa contigo, hija? Si fueras un diamante, un rubí, una esmeralda o al menos un cuarzo, podrías aspirar a ser una joya u otra cosa, pero nosotros somos piedras de construcción. Desde generaciones atrás nuestro destino está en ser camino y tú debes esperar tu turno para formar parte de él.

–Pero no quiero ser camino.

–¡Pero nada! Gracias a los caminos la prosperidad ha llegado a nuestra tierra. Su construcción se ha considerado uno de los primeros signos de civilización avanzada.

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