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Atrapasueños estaba indignado, entristecido y su amor propio se comenzó a derrumbar. En sus buenos tiempos atrapaba sueños de una familia completa: del padre, la madre, los niños y de un bebé. Se sentía orgulloso de su labor; desde dulces sueños hasta pesadillas pavorosas, los capturaba sin dudar. Sin embargo, su situación actual era muy precaria. Estaba desesperado. A él nunca le enseñaron qué hacer en tal circunstancia. Así, quedó a la deriva, en una casa vacía. Su tristeza creció y se convirtió en depresión con el paso del tiempo. Incluso el viejo reloj había cesado de marcar la hora. Aunque sobrevivía de pequeños sueños de moscas y cucarachas, ahora ya ni eso pasaba en la casa.

Sólo polvo, pero el polvo no sueña, ¿o sí?

Una noche de tormenta el viento sopló tan fuerte que rompió un ventanal; tumbó varios objetos y sacudió al atrapasueños, incluso se llevó alguna de sus plumas.

«Algo está sucediendo», pensó. Al poco tiempo entró silenciosamente un gato por la ventana rota; sigiloso deambuló lento por aquí y por allá; lo dudó un momento, pero al fin se acostó justo debajo de él.

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