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Un argumento adicional –y no menos relevante– que explica el rendimiento de la educación ha sido la capacidad de la economía española para aprovechar el capital humano generado. La de educación es una demanda derivada de la demanda de cualificaciones que realiza la economía a través del mercado de trabajo; y la española viene acogiendo a los titulados y utilizando el capital humano que estos aportan. En este sentido, cabe subrayar que la utilización del capital humano no es ajena a los retos actuales dados por la digitalización y automatización de las tareas. Los últimos análisis señalan que el capital humano es más valioso cuanto menor es la probabilidad de automatización de los puestos de trabajo. El hecho de que los riesgos de digitalización afecten más a puestos que requieren menor cualificación contribuye, de este modo, al rendimiento de los niveles de estudios superiores.
A pesar del esfuerzo realizado, también existen deficiencias y retos cuya superación debe contribuir a una mejor dotación de capital humano. Por una parte, a los resultados obtenidos por los estudiantes españoles en los exámenes del Informe PISA, ligeramente inferiores a la media europea, se les ha unido en los últimos años el problema del fracaso escolar, que reduce tanto la rentabilidad privada como la social. Así, las tasas de abandono temprano en España son especialmente elevadas, superando claramente a las de la Unión Europea y convirtiéndose en un problema de difícil solución a corto plazo. Por otra parte, el premio salarial que reciben los titulados en España resulta significativamente inferior al que registran otros países europeos, lo que contribuye al abandono temprano y, además, puede ser interpretado como un síntoma adicional de la necesidad de mejorar la calidad del sistema educativo. Es probable que una de las causas de este rendimiento relativamente bajo de los estudios terciarios se encuentre en las deficiencias observadas entre los titulados españoles en cuanto a sus competencias, tanto lingüísticas como numéricas, según señalan los análisis comparativos publicados en los últimos años por la OCDE, que sitúan a nuestro país en los puestos de cola de la Unión Europea.