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Hay que destacar, por otra parte, la importante volatilidad de los movimientos migratorios en relación con el ciclo económico en España. Durante la Gran Recesión, la caída de las entradas y el aumento de las salidas provocaron una significativa reducción de los saldos migratorios netos, que llegaron incluso a producir tasas de migración negativas entre 2012 y 2015. El gráfico 3 muestra esta evolución y las oscilaciones más recientes hacia saldos positivos superiores a los de los grandes países europeos, que han sido receptores netos a lo largo de la práctica totalidad del periodo, si bien con registros más moderados. En España, la gran mayoría de los flujos de salida se debe a la emigración de retorno de personas llegadas durante el decenio anterior.
En definitiva, la inmigración ha contribuido a las fases más recientes del crecimiento económico español, pero se frena con las crisis. Ello puede generar, como ocurrió en la crisis anterior, emigración de retorno y también salida de personas nacidas en España. Están por ver los efectos de la crisis pandémica y las fuertes restricciones a la movilidad, que suponen un grado de incertidumbre inusual para las perspectivas migratorias. En todo caso, parece razonable prever que, al menos a medio plazo, la magnitud de los saldos migratorios siga siendo superior a la de los saldos vegetativos, de manera que el aumento de la población en España continuará dependiendo de las pautas migratorias.