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2. Dependencia intermedia: Son personas con limitaciones en el desempeño de las AIVD, que afectan a su autonomía personal y también comienzan a tener limitaciones en las ABVD. Se sitúan alrededor de los 82 años, tienen limitaciones osteomusculares y van apareciendo dificultades de tipo cognitivo. En el hogar viven varias generaciones en las que la hija suele ser la cuidadora principal.

3. Alto nivel de dependencia: Personas con problemas en las ABVD como comer o levantarse y acostarse. Son los que más ayuda necesitan porque su supervivencia depende de ella. Son personas más ancianas y viven, sobre todo, en hogares de convivencia intergeneracional. La hija suele ser la cuidadora principal. Superan los 83 años y su estado de salud general es muy precario. Su vida transcurre en la cama y la dependencia es de tipo nervioso y/o mental.

Este nivel de dependencia limita las posibilidades de salir de casa, se encuentran en un confinamiento continuo. El 20% de los mayores de 65 años, casi un cuarto, plantea que no puede salir de casa. Alrededor del 6% no puede hacerlo, incluso si tiene ayuda. El confinamiento se ve afectado por las circunstancias personales y las características del entorno. Junto con las limitaciones del aparato locomotor se encuentran otras que limitan la movilidad como la pérdida de visión, oído, coordinación, reflejos o agilidad, que suele coincidir con sobrepeso; miedo a caerse; depresión, etc. El entorno también interviene en el confinamiento. La accesibilidad o falta de ella (escaleras, transporte público, inseguridad, etc.) limita la salida del hogar. Tras vivir la experiencia del confinamiento por el Covid-19 es sencillo hacerse una idea de cómo deben de sentirse siendo prisioneros en su hogar.

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