Читать книгу Pensamiento y Economía en Libertad. Ensayos en homenaje al profesor Carlos Rodríguez Braun онлайн

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Por ello, Carlos añade una segunda cualidad del liberalismo: la defensa de la libertad lo es de sus instituciones, aquellas que –a su vez– la defienden. Y es que “no somos libres en abstracto”, sino que vivimos en comunidad, en sociedad, y eso nos obliga a negociar, contratar, intercambiar… Por tanto los contratos, su cumplimiento y vigilancia, junto con la propiedad, que no es sólo privada sino que también puede ser comunal, son dos instituciones fundamentales del liberalismo. El mercado es otra de esas instituciones, siendo el ámbito donde tienen lugar los contratos e intercambios (y –añadió Hayek– los procesos de descubrimiento de las necesidades), pero siempre que respete las anterioresssss1. Ni que decir tiene que los contratos han de ser voluntarios y sin engaño, pero las violaciones de tales principios, lo mismo que las de la propiedad, son abundantísimas y sofisticadas. Lo peor de todo es cuando el primero que los violenta es el Estado, la institución que muchos, empezando por Adam Smith, preconizaron como defensora del sistema de libertad natural, de sus principios e instituciones. Y aún peor, advierte Carlos amparándose en los filósofos ilustrados y en la máxima del barón de Montesquieu de que “todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo… hasta que encuentra límites”, es cuando ese Estado encuentra una potencia legitimadora máxima, como la que desarrolla la democracia. No en vano Montesquieu también sostiene que “la democracia y la aristocracia no son estados libres por su naturaleza” y que la libertad política sólo está cuando no existe abuso del poder. Porque el ejercicio del Estado jamás será, como a veces se pretende, una acción paternalista ya que los padres cuidan de los hijos para que éstos crezcan, maduren y se independicen, en tanto que el Estado se sostiene con nuestra dependencia de él.

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