Читать книгу Una arquitecta del cambio social desde el activismo y las políticas públicas. Testimonios de rutas compartidas con Isabel Martínez Lozano онлайн

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La política pública, en cuanto conjunto de acciones estructurado, por certeza y seguridad, ha de estar fijada en un soporte apropiado, debe contar con un instrumento que sirva de base para su despliegue. Este puede ser una Ley, un reglamento, siendo así por entero el instrumento una disposición normativa, o lo más acostumbrado, sobre la compulsión del mandato normativo, residenciarse en una estrategia, en un programa o en un plan, que la concretan y pormenorizan, la casuística es harto variada. Puede incluso no estar instrumentada, y existir política pública sin dispositivo de apoyo, pero la formalización que supone la instrumentación es siempre una ventaja pues facilita su desarrollo, aplicación y seguimiento.

Aunque puede discutirse si la innovación es por sí misma un factor inexcusable del elemento de estructuración que requiere la política pública para quedar debidamente configurada, no resulta ociosa ni suntuaria en absoluto si es adoptada como componente utilitario y hasta beneficioso. Si la política pública se endereza a generar o forzar un cambio en la realidad social, que mejore de algún modo la vida en comunidad, en el fragmento que le concierna, no repugna –bien al contrario, conviene– que la misma se estructure del modo que contribuya a la innovación, que desate, maximizándolas, espirales de transformación; modificando condiciones preexistentes con la finalidad de actualizarlas o mejorarlas (cambio gradual o incremental) o llegando a implantar o instaurar condiciones enteramente nuevas, inéditas hasta ese momento (cambio disruptivo). La política pública, aunque lo supone, no debe resignarse pasivamente a gestionar lo recibido, lo que ya venía haciéndose, sino que ha de aportar cuotas de novedad que comporten perfeccionamiento sucesivo de la acción pública.