Читать книгу La soportable gravedad de la Toga онлайн

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Otro cliente, que hoy acudió por primera ocasión a mi despacho, me empieza contando su desesperanza ante el caso que me va a plantear, pues tuvo una mala experiencia con su anterior abogado (y tanto que lo fue porque perdió por falta de pruebas y luego se olvidó de recurrir la sentencia), añadiendo que la decepción había sido todavía mayor porque, según me dijo, le había asegurado que el asunto se ganaba por sus atributos masculinos (la expresión real-mente fue otra más coloquial y soez).

Intentando por mi parte quitarle hierro a ese fracaso previo (tampoco conocía a tan varonil compañero, ni quise conocerlo), me puse a leer la documentación que trajo, concluyendo que podía volver a intentarse, que habría que conseguir nuevas pruebas y que si podía conseguirlas (y le expliqué cómo) quizás tendríamos una oportunidad de plantear una nueva demanda con éxito, sorteando el imponderable de la cosa juzgada, que en materia de Seguridad Social es más laxo. El cliente se fue muy agradecido, no tanto por darle una esperanza, sino porque había valorado positivamente mi esfuerzo en explicarle los pros y contras de reabrir su caso. Realmente se trata de empatizar, de ponerse en la piel de quien pide ayuda; no es una cuestión de testosterona, sino de sensibilidad y prudencia.

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