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Las personas pudorosas frente al dinero no serían, por ello, las menos atraídas. En todo caso estarían expresando de manera inconsciente su lucha interna.

De igual manera que sonrojarse es la expresión inconsciente de un pensamiento o sentimiento vivido como vergonzoso, el pudor frente al dinero sería también la expresión de una atracción vivida como vergonzosa.

Vergüenza y culpa en nuestra cultura —en relación a las mujeres— han estado fundamentalmente ligadas a transgresiones sexuales.

Transgredir el ámbito asignado a la mujer es motivo de culpa. Si a esto le agregamos el desempeño de una actividad a cambio de dinero, están presentes los elementos básicos para dar cabida al fantasma de la prostitución.

Los deseos de movilidad y libertad en las mujeres son frecuentemente alcanzados por el fantasma de la prostitución. La libertad de acción que otorga el dinero es vivida (por la asociación inconsciente dinero = sexo) como una libertad sexual. Como tal, deseada y temida. Tanto más deseada por cuanto es reprimida en las mujeres y tanto más temida porque implica algo así como una «transgresión fundamental».

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