Читать книгу Más allá del ayer. Misioneros en África para Jesús онлайн

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Ahora, con auto, podían cubrirse en solo dos horas los 110 kilómetros hasta la ciudad de Gbarnga, la capital de la provincia. Allí tuvimos que dejar el vehículo, porque solo por senderos de densa selva se podía llegar hasta la antigua estación misionera: Liiwa. Gatai era de esta zona. Para mi gran sorpresa y consternación, se quitó súbitamente toda la ropa y se quedó solo con un taparrabos –llamado lappa entre los nativos–, la vestimenta natural de su tribu.

–No me entenderían de otra manera –fue su comentario, ingenuo y seco, al notar mi sorpresa.


Estación misionera Liiwa (1935).

La agotadora caminata, cuesta arriba y en el calor del mediodía, me exigía al máximo. Gatai, por su parte, caminaba ágil y liviana a mi lado, entreteniéndome con recuerdos, a la vez que se empeñaba con solicitud en ayudarme, cuando mi calzado quería resbalarse en los húmedos puentes, llenos de moho, construidos con troncos de un árbol.

Inesperadamente, el bosque se abrió y salimos a un claro, una plataforma que permitía la vista sobre un vasto valle. Sobre una colina cercana se veía una alargada choza de barro, con techo de paja.

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