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Por otro lado, mi padre mostró tener amigos y lazos afectivos y familiares. Él es generador de los grupos de pertenencia de nuestra familia: el club, amigos, sus hermanos con primos y tíos. Es reconocido y querido en sus grupos. Sin embargo, él sintió siempre que debía presentarse ante sus grupos con una imagen joven y de belleza, y le exigía eso a mi madre también. Años después, comenzó a exigírselo a mi hermano, debido a que él comenzó a excederse de peso. La presión en ningún momento cayó directamente sobre mí, porque para ese entonces el metabolismo me acompañaba en mi imagen, y parecía que podía sumarme al “clan” de los impolutos. La condición era mostrarse radiantes, divertidos, impecables y perfectos.
Pero hay algo de ambos que siempre me llamó la atención: jamás los vi notarse mostrarse vulnerables ante el resto. Sus peleas eran siempre puertas adentro de mi hogar, se mostraban estéticamente siempre impecables ante los demás. El no ver unos padres auténticos mostrarse tal cual son, creó en mí el valor por buscar esa perfección inalcanzable, dejando de lado mi autenticidad y singularidad.