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Al leerme y escucharme descubro nuevas posibilidades para mí y, tal como lo menciona Echeverría “que la primera puerta de salida del laberinto, es el lenguaje y la acción” podría tomar mi espada y los hilos de Ariadna para construir una nueva versión de mí “reinterpretándome” y que en palabras Harlene Anderson citada por Echeverría en “El observador y su mundo” (p.29) puedo tener una narrativa distinta en dónde “mi forma discursiva a través de la cual organizo, doy cuenta, confiero sentido y comprendo, participo de una nueva generación de sentido de las cosas y de mí misma” tengan otro color, olor y textura.

Además, me surge declarar que “Hoy no quiero estar ahí, que agradezco a mis miedos y a mis sombras el haberme acompañado estos 49 años, pero que hoy ya no son necesarias, queriendo en palabras de Echeverría “ser yo misma trascendiendo la persona que he sido y queriendo ser una persona que sabe de sus sombras, se encuentra y se reconcilia con ellas, aunque eso signifique mantenerlas” (Rafael Echeverría, La Estructura del Alma Humana. Persona y Sombra, de Nietzche a Jung., 2003, pág. 3).

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