Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн
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Esta trata de quien dejaba bienes y experiencias a sus dos hijos, premiando a aquel que defendiera lo suyo y se pusiera en la situación del otro, igualando sus oportunidades…
Entonces los somete a una prueba de habilidad.
La herencia consistía en dos caballos, uno para cada hijo, y en la administración de la hacienda familiar representada por un saco de oro dejado a los pies de la colina del predio que les pertenece. El que corresponderá a aquel hijo cuyo caballo, corriendo a toda velocidad, llegue último al rescate del tesoro.
Los hijos desecharon iniciar una carrera que cumplía con la exigencia de correr a todo galope y llegar segundo; por lo que optaron, entonces, en ponerse en la situación del otro y seguir en forma rigurosa la exigencia, que solo se lograba intercambiando el caballo. De tal forma, el caballo propio, conducido por otro titular, se desbocaría a objeto de que llegue en segundo lugar.
Cientos de veces, nuestras propias ideas no deben necesariamente quedar bajo nuestro control. Es posible, más aún, que su concreción en otras manos tenga mayor mérito y una percepción más eficiente que las del creador primigenio.