Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн

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Sabía que él podía discernir sus conceptos fundamentales de las cosas superfluas. Sin embargo, para su sorpresa, en esta nueva actividad reconocía al hombre maduro en su esencia, acompañado de un joven infantil ―sino primario―, en sus reacciones a comentarios adversos, noticias contrarias y cuestionamientos ajenos.

Lo veía durante el transcurso del día y luego, en candente movimiento de cintura, se despedía del presidente cuando, sin compañía, se refugiaba en su sala sin ventanas ni mayor decoración. Con su sillón reclinable, una mesa de lectura y el cielo de cristal que iluminaba el atardecer y las luces de la noche.

En esos momentos reflexivos se encuentra de verdad consigo mismo y con sus tribulaciones. Y, si bien no logra un cabal ordenamiento de los conceptos, reúne los elementos que se decantaran durante el transcurso de sus sueños.

I.3 La madrugada

A una hora tardía, dejaba la sala de meditaciones para

reunirse en su casa con Blanca, a quien adoraba ―a su manera―, y la tildaba como su compañera de amanecida que traía las ideas despejadas para cada jornada. Lo que, en efecto, contribuía en el curso de la mañana.

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