Читать книгу Un domingo cualquiera онлайн

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Rosa: Presidente, lo llama la primera dama. Me insiste en interrumpirlo.

Presidente: Páseme el llamado a mi oficina.

Blanca: Caro, llevo rato esperando que me llamaras de vuelta, tenemos una situación grave, debes venirte a la casa…

Presidente: ¿Qué ocurre? Por favor, estoy en reunión de gabinete.

Blanca: Es íntimo.

El presidente volvió a la sala de reuniones y continuó la sesión de gabinete hasta tratar todos los asuntos de la tabla.

Luego, más tarde, interrumpió sus conexiones y siguió su rutina en su sala privada de reflexiones. Regresó a casa, como habitualmente, a medianoche.

Durante el camino, Luis, que conducía el auto ―su adlátere por décadas―, le informó de los sucesivos llamados de la señora Blanca, que estaba con visitas.

El presidente había evaluado, en su intimidad, que el supuesto drama no requería de su inmediata atención.

Sus dos hijos hombres estaban en la universidad y seguían viviendo con sus padres.

Considerando que los hechos trágicos se informen al instante, como la posible muerte de su madre ―su padre ya no vivía―; que el secuestro o desaparición de alguno de los hijos habría sido informado por los servicios de protección del gobierno o policiales; que alguna enfermedad no se agravaría en un par de horas; y que la posible partida de la casa, la ciudad o más lejos, de alguno de los niños, razonablemente tomaría varias sesiones en la intimidad de la familia.

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