Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

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¡Me parecía tan difícil orar por ese motivo! Llegué a creer que tendríamos que venderlo, pues conseguir traerlo parecía imposible. Los meses pasaban y veía que mis niñas ya debían empezar a estudiar música.

Un día de agosto, cuando todavía hacía frío, leíamos acerca de oraciones respondidas. Cuando ya estaban en sus camas, después de leer la lección bíblica y antes de orar, les abrí mi corazón y expresé mi deseo en voz alta. Ellas escucharon y con la fe gigante de los niños oraron felices, pues dieron por sentado que la respuesta llegaría pronto. Con el dulce cansancio de los juegos del día y las sencillas tareas realizadas, las vi dormirse ¡tan confiadas!

Habían pasado solo un par de días cuando una amiga vino a visitar a sus parientes y ese sábado nos acompañó en nuestra iglesia con su familia. En un momento de la conversación, me preguntó:

–¿Ustedes no saben nada todavía?

La miré, confundida... Y cuál fue mi sorpresa cuando me comentó que habíamos sido llamados a trabajar nuevamente en Uruguay. De allí en adelante quedó la frase: “El piano no vino a nosotros, nosotros fuimos al piano”. Me emociona pensar cómo Dios esperó hasta responder a las oraciones de dos niñitas de fe.

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