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El deudor, aterrorizado, cayó a sus pies y le suplicó:

–Mi rey, por favor, le suplico misericordia y paciencia, yo le pagaré todo.

Al ver esa escena y escuchar la súplica, el rey se conmovió y decidió perdonar la deuda. El hombre se apresuró a salir, antes de que el rey se arrepintiera de su gran acto de bondad, pero, al salir, se encontró frente a frente con uno de sus compañeros que le debía muy poco dinero. Al verlo, se le tiró encima y, agarrándolo, lo estrangulaba y le decía:

–Págame los cien centavos que me debes.

Su compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba:

–Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.

Pero este hombre endureció su malvado corazón y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo poco que le debía. Al verlo, sus compañeros quedaron espantados y fueron a contarle al rey. Inmediatamente el rey lo llamó y le dijo:

–¡Siervo malvado! Te perdoné una gran deuda. ¿No debías tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?

Magaly

12 de febrero


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