Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн
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El esclavo esperaba temblando su fatal desenlace. Finalmente, se liberó al león para así iniciar el espectáculo. Grande fue la sorpresa de todos cuando el león, lejos de atacar al pobre esclavo, se detuvo, como observándolo, y luego mansamente se acercó y comenzó a lamerle las manos y los pies.
Julio César, maravillado por la escena, mandó a llamar al esclavo. Se le preguntó su nombre y la razón del comportamiento del león. Él contestó que se llamaba Androcles y contó que luego de haber huido de su cruel amo, se escondió en una cueva del desierto. Cierto día, entró allí cojeando un león. Por sus gemidos y la sangre que le corría por la pata, se notaba que le dolía mucho. El león extendió su pata, y Androcles pudo ver que tenía clavada una enorme espina. Con cautela, le sacó la espina y, luego de eso, el león durmió tranquilamente. Androcles vagó por el desierto hasta que su amo lo recapturó y lo llevó a Roma para ser devorado por leones. Y ahora, varios meses más tarde, se había producido este sorprendente e inesperado reencuentro con el león.