Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн
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Hubo un hombre que se presentó con sus caballos. Les gritó, los azotó con riendas y les dio puntapiés para lograr que se colocaran frente a la rastra. Los caballos eran grandes y fuertes, pero resoplaban nerviosos mientras esperaban. Cuando se dio la señal de partida, el hombre comenzó a azotarlos y gritarles para que se movieran. Los animales llevaron la rastra con dificultad. Cada vez que se detenían, el hombre los azuzaba con gritos y los azotaba. Cuando terminó el tiempo, los caballos bufaban, resoplaban y respiraban trabajosamente; y al desatarlos, salieron corriendo asustados.
Luego, se adelantó otro hombre con sus caballos. Este les habló y ellos ocuparon sus lugares frente a la rastra. Mientras él revisaba los arreos, los caballos se quedaron quietos y tranquilos. Cuando dieron la señal de partida, tomó las riendas y las hizo sonar en el aire. Los caballos llevaron la rastra hasta la línea y la trajeron de vuelta ¡tres veces! Varias veces el hombre los detuvo para que descansaran unos segundos a fin de que no se fatigaran tanto. Todo el tiempo les hablaba en voz baja y les daba suaves palmaditas. Cuando el tiempo terminó, los desató y estos salieron tranquilamente.