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Stanley llegó al África el 21 de marzo de 1871, pero fue el 10 de noviembre de ese año cuando pudo encontrar a Livingstone en una pequeña aldea en las orillas del Lago Tanganica. Lo encontró, pero no logró convencerlo de que regresara a casa. Al contrario, las provisiones y las medicinas que Stanley llevó solo sirvieron para que Livingstone continuara haciendo su obra en favor de las almas necesitadas. Hasta aquel 1˚ de mayo de 1873 cuando, de rodillas y en actitud de oración, fue encontrado muerto junto a su cama.
¿Por qué Livingstone no regresó con Stanley? ¿No podía, acaso, servir al Señor desde su hogar, estando cerca de sus parientes? Las siguientes palabras, escritas en su diario después de que Stanley regresara a Inglaterra, hablan por sí mismas:
“La gente habla del gran sacrificio que yo he hecho al dedicar tanto tiempo de mi vida al servicio en África. ¿Puede llamarse ‘sacrificio’ a lo que simplemente es un pequeño retorno de la gran deuda que tenemos con nuestro Dios? [...] Enfáticamente digo que no es un sacrificio. Más bien, digo que es un privilegio”. Y luego agrega: “Nunca he hecho un sacrificio. De esto no hemos de hablar, [sobre todo, al considerar] el gran sacrificio que hizo Aquel que dejó el Trono de su Padre en las alturas para entregarse a la muerte por nosotros”.