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Vivir el presente sumergido en el amor del Cristo viviente que vive en ti es una condición para vivir en el amor y, por ende, en paz. Tal como lo es la condición de respirar para conservar la vida. Esta verdad, no es algo que deba alterarte ni preocuparte, pero sí es algo a lo que debes estar alerta.

Lo que estoy diciéndote es que, si descubres que tu mente se ha perdido en divagaciones del pasado o especulaciones acerca del futuro, busques lo antes posible un lugar lo más tranquilo que puedas y te sientes si puedes, si no, permanece de pie o en la posición en que estés. Respira profunda, pausada y conscientemente, centrando tu atención en la respiración, y di para tus adentros:

“Amor mío, esencia de mi ser. Una parte de la mente se ha perdido, reunámosla en ti. Que todo regrese a la paz del cielo. Que todo sea abrazado por la verdad. Que todo retorne al amor. Amén”.

Una vez que hayas observado serenamente a esa parte de la mente, que se entremezcló una vez más en el recuerdo de la vieja locura con la que un día jugó y se lastimó, y la hayas hecho retornar al amor, verás como la paz que eres envuelve todo y no queda ni rastro del ayer.

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