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El amor es inclusivo, integra dentro de si todo, y lo transforma en amor. Esto es lo mismo que decir que, al abrazarlo todo dentro del amor, se transmuta provocando como efecto, un mayor grado de consciencia amorosa. Menospreciar los sentimientos de tus semejantes bajo el supuesto de que existen sentimiento buenos o malos, o pensamientos pecaminosos o santos, es dedicarse a una actividad tan ajena a la creación que te desconecta del coro creativo de los hijos de Dios.

Durante el tiempo en que regías tu vida por el sistema de pensamiento de la separación, utilizabas la exclusión como medio de protección. Creías que separando eras más, más diferente. Al diferenciarte cada vez más por medio de la separación, creando el individuo único que querías ser, considerabas que tu identidad estaba a salvo. Ahora sabes que eso no es verdad, y que en efecto lo opuesto lo es. Este reconocimiento te vuelve a unir a la verdad de lo que eres. Es decir, te regresa a la casa del Padre.

Regresar a la casa del Padre es una expresión que se ha utilizado para referirnos al retorno al amor divino que tu ser es. Es decir, a tu verdadera identidad como hijo bien amado de Dios. Es en ella donde aprendes quién eres, o mejor dicho donde se te da una identidad. Allí es donde se te da un nombre, quizá hasta un apellido para poder identificarte mejor, y también donde absorbes los pensamientos, creencias y valores que conforman tu visión de la vida. Si esto es así en la casa paterna de la tierra, es porque existe una remembranza de la verdad celestial. La casa del Padre es una expresión que busca simbolizar el origen de la vida y, por ende, de tu ser.

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