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III. Tu relación con la vida
La relación es la causa de tu experiencia y no a la inversa. Esto quiere decir que cuando experimentas algo, primero tienes que haber establecido una relación en tu mente, la cual define un significado, y sobre la base de ese propósito asignado, crea un efecto en tu corazón. El efecto es el buscado, por ello se le asignó un propósito a la relación.
Asignarle a la relación un significado, conforme a lo que la mente determina como valioso para ella, es dejar a la relación sin propósito alguno. Todo aislamiento procede de una creencia en que la relación es algo sin valor propio. De esta creencia ha surgido la idea de la separación de Dios. Creer que la relación con aquello que te dio la vida no tiene importancia alguna, o si la tiene es muy escasa, es cortar todo vínculo con la vida. Esto se debe a que la fuente de tu vida no solo te creó, sino que te sostiene en la vida y te crea eternamente. Es decir que no eres el creado, sino creación. Esta distinción es de suma importancia para ti, que comenzarás a ir por el mundo de un modo cada vez más visible y elocuente como el Cristo encarnado.