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Los que buscan ser como Dios se quedan sin causa y, por ende, sin fuente de vida, porque para poder ser como algo debes ser un imitador y no un ser auténtico. Ser como alguien es imitarlo, ya que es vivir de una comparación. Si imitas a cualquiera, no tienes una causa, porque la imitación no tiene raíces intrínsecas, lo que tiene es simplemente una fuente externa a sí mismo, la cual utiliza para copiar.

Podemos decir que la imitación es algo así como una identidad a la deriva. En rigor, no es una identidad, es simplemente una copia de algo. Imitar a Dios ha sido el jueguito del ego. Ser auténticamente tal como fuiste creado para ser, es el regalo del amor.

Creer que no puedes tener una relación sensible con Dios, los ángeles y lo que está más allá del cuerpo y la mente pensante, es negar la relación directa. Hacer eso ha sido parte del pasado. Ahora no es necesario seguir por esa senda. De hecho, ya no lo crees con tanta firmeza. No existe tal cosa como algunos con mayor acceso a la divinidad que otros. Esta idea no tiene sentido alguno. Lo que existe es que algunos expresan la relación de un modo y otros de otra manera. Si se la entiende bien, la vida es una expresión de la relación con el creador.

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