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La meditación siempre debería ir acompañada de una reflexión, de una visión, de una intención.

La intención siembra la atención cosecha..

Pero tenemos que tener muy claras nuestras intenciones, tan claras como que cuando logramos lo que tanto deseamos, no nos demos cuenta en ese momento de que no era exactamente lo que queríamos.

Es por ello por lo que es tan importante reflexionar, pero no sobre nuestros deseos solamente, sino sobre cada cosa en particular, reflexionar sobre cada acción que cometemos, reflexionar sobre nuestros dichos, reflexionar sobre nuestra forma de vida, reflexionar sobre la vida misma.

Debes encontrar primero un lugar, donde no seas interrumpido, ponerte en una posición cómoda, sentado, recostado, acostado, pero fundamentalmente sentirte plácido.

Luego relajar desde la cara, la mandíbula, los hombros, los brazos, la espalda, el estómago, las piernas, piensa y visualiza algo que te dé paz, cierra lentamente los ojos, y concéntrate en forma natural, cómo ingresa el aire en tus pulmones y cómo exhalas, en el ruido de tu respiración, hazlo al menos por diez minutos, y seguramente al principio te puede distraer algún pensamiento, ignóralo, y continúa. Así comienzas. Es el principio, son apenas unos minutos. Pero este ejercicio de meditación, solito, así respirando te hará saber la bondad de esta práctica. LA MEDITACIÓN.

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