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El ego se guía por los recuerdos del pasado y las creencias limitantes que tenemos desde que comenzamos a integrarnos al mundo.

Pero todas las emociones espirituales, como el agradecimiento, el amor, el perdón, la compasión, la resiliencia, la ecuanimidad, desplazan al ego.

Seguramente estarás pensando: ¿qué tengo yo que agradecer?

Pues, comencemos, cuando despiertas por la mañana y abres los ojos, respiras y estás vivo, todas las partes de tu cuerpo responden correctamente, tienes muchísimo por agradecer, a los que aquejan de alguna discapacidad también porque pueden hacer, porque están vivos.

¿Puedes mirar una puesta de sol? ¿Puedes ver con los ojos y con toda tu alma esos árboles frondosos, con esos colores maravillosos que te regala la naturaleza y que por si fuera poco te dan oxígeno, puedes escuchar cómo cantan los pájaros y prestar atención a ese sonido primordial?, ¿puedes levantarte y pegarte un baño, y sentir la caricia del agua en tu cuerpo?, ¿puedes desayunar y concentrarte en que estás cuidándote y alimentando tu templo sagrado? ¿Vas hacia el trabajo? ¿Tienes uno?, ojalá sea de algo que te agrade, que te llene el alma pero, si no lo es, es lo que tienes hoy y te ayuda para tu sustento. ¿Tienes un refugio, un lugar donde habitas? ¿No duermes bajo un puente? ¿Tienes al menos una persona que te ha saludado y sonreído? ¿O que se preocupe por ti, si te sucediera algo? ¿Tienes una mascota? Si la tienes es el ejemplo vivo del agradecimiento, obsérvala, cómo se desvive de alegría al verte, cómo te agradece que la alimentes, que la pasees, que la acaricies.

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