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Y no, ¡alégrate! No se terminan nunca, y tú repartes a quién quieres y a quién no.
Un buen ejercicio para tu mente y tu espíritu y para dejar un lado al EGO, es respirar profundo, relajarse, y recordar un momento de nuestra vida donde sentimos plenamente ese amor, recordarlo, con imágenes, con el cuerpo, con todos nuestros sentidos, y dar gracias.
Cada vez que hacemos esto volvemos a activar el AMOR que somos, y si alguien nos ve seguramente verá a una persona amorosa, amada, feliz.
Pero lo mejor, luego de ese ejercicio y cuando sientas que lo lograste, ve y mírate en el espejo, mira tus ojos, tus pupilas, profundamente y verás el amor en ti y dentro de ti.
Y recordar el amor no es solo recordar una pareja, puede ser el amor que sentimos ante un episodio vivido, ante el nacimiento de un hijo, ante la sonrisa de un niño, ante la alegría de un ser querido, es recordar un acontecimiento que despertó ese amor que somos.
Pero hay algo que es muy real, no todos aprendimos a demostrar amor, no todos hemos sido maternados con amor, y nos cuesta horrores discernir ese sentimiento, nos cuesta demostrarlo, nos hemos enmascarado tantas veces para protegernos que no sabemos y nos apabullamos o escondemos, en un rol de frialdad y apatía.