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Gustavo, “solo este loco puede hacer eso” pensó, viendo que ya prácticamente salía del agua sin mayores inconveniente y que la última chata mostraba ya el lomo de las ruedas fuera del agua, dio media vuelta en su montado y se dirigió al rancho.
Doña María: Es Rogelio y viene para acá, yo lo conozco, lo crucé el otro día, iban para lo de don Moreno.
Ya salido del agua. A Rogelio le quedaban aún unos quinientos metros para llegar a lo de doña María.
Haciendo su máximo esfuerzo logró llegar hasta el rancho.
Por intentar bajar lo más rápidamente posible, Jacinto, su ayudante, casi se parte la cabeza al caerse al suelo. Logró como pudo ponerse de pie. Y se dirigió a donde estaba doña María, ya casi sin aliento y extenuado por el cansancio, frío y hambre, le preguntó si tiene señal.
María: Ven, siéntate, cálmate, muchacho, ¿qué es lo que te trae tan apurado como para que el loco de Rogelio haga semejante cosa de cruzar el río como está?
Jacinto (en forma atolondrada): Doña María, es don Juan, está mal, lo encontramos en el páramo donde pensábamos quedarnos hasta que amanezca.