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Nuevamente sola, María prendió la radio y lo primero que escuchó fueron las descargas de la tormenta, a esa hora es muy difícil escuchar algo en esa zona, sin embargo, alcanzó para escuchar que el temporal continuó por varios días aún.

Con su fino oído María imaginaba esa pobre gente en el tractor y se decía para sí están trayendo madera por cómo suena ese tractor, y están lejos del páramo. Hay que ser muy ducho para andar y no quedarse, es la parte más fea del camino. Y, bue, Dios dirá.

Mientras pensaba qué prepararía para más tarde, buscaba las cosa para alimentar el farol con querosén, que ya prácticamente estaba vacío su tanquecito y tenía miedo de que se apague.

Después de una hora más o menos escuchó que nuevamente el tractor había detenido su marcha.

Dijo María: Dentro de todo no debe estar muy feo, has llegado bastante rápido para este tiempo y por las dudas me aseguro, no creo que ningún loco cruce el río como está ahora, pero uno nunca sabe.

Fue a buscar el treinta y ocho que tenía arriba del ropero, constató que estuviese cargado y sacó algunas balas más, las guardó en un bolsillo de su ropa, luego verificó que el seguro estuviera puesto y se lo cruzó en la falda, así, sintiéndose más segura, continuó con sus tareas.

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