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De algún modo, pretender no tener nunca frente a nosotros un escenario complejo, nebuloso e impredecible, equivale a pretender vivir sin enfermar ni sufrir. Así como enfermar es «normal», aunque indeseable, no tener control sobre la mayor parte de nuestro entorno, nuestras relaciones afectivas y lo que ocurrirá mañana, forma parte de la condición humana.

Habitualmente buscamos caminos que nos eviten obstáculos difíciles o pruebas que pongan en riesgo nuestra estructura psíquica. Nunca lo conseguimos. Y, sin embargo, en nuestra tozudez seguimos buscando el desvío que nos permita ganar tiempo y postergar enfrentar lo que a la larga deberemos, inexorablemente, encontrar.

Cuando vivimos tiempos angustiantes, todos nos preguntamos, si ya hemos llegado al final, si ya tocamos fondo. Hoy mismo, en medio del vértigo pandémico, ecológico, social, político, económico y cultural que atravesamos, todos queremos saber si ya estamos en el punto de inflexión o en la curva final, que nos conduzca a una recta ordenada y armónica que nos haga volver a hacernos sentir confortables y seguros.

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